sábado, 19 de junio de 2010

El llamado interno

“Tanto Bohr como Winger dicen que la conciencia es la variable oculta que decide qué resultado tiene lugar efectivamente en un acontecimiento determinado. Con lo que en lugar de observador el investigador es un participante dentro de [dicha] manifestación de la realidad …”

Danah Zohar “El Yo cuántico”

En estos días se vive intensamente la vertiginosa actividad del final de cursos en todas las escuelas de nuestro estado y no es raro encontrar a los jóvenes, futuros egresados de preparatoria, en un mar de dudas respecto de la opción preferencial por la que habrán de transitar rumbo a su preparación profesional.
Uno de los casos más comunes que podemos observar es el de la confusión de actividades de una determinada especialidad, confusión que, de llegar a perpetuarse, lo único que generaría sería una severa frustración en quienes hubieran optado por algo, que a la postre sería totalmente distinto de lo que originalmente imaginaron.
Con quienes han recurrido a nosotros para buscar ayuda en esta decisión, justamente lo primero que abordamos en el análisis es el asunto de la vocación, y nos sorprendería saber cuántos alumnos no tienen la menor idea de cuál es, para cada uno, este llamado interno especial que todos tenemos, lo cual nos hace recordar un sencillo juego de palabras que nos permite relacionar varias nociones que suelen ser empleadas, equivocadamente, como sinónimos.
Así, hablamos de gustos, de intereses, de aptitudes, de personalidad, como si todas ellas fueran equivalentes a vocación, pero realmente no lo son. Me explico.
Lo que nos gusta es aquello que constituye una fuente de placer, pero su característica principal es su temporalidad, su inmediatez y su fugacidad, lo mismo puede gustarnos algo ahora y mañana algo distinto.
Un interés tiene más que ver con la curiosidad intelectual, algo que motiva nuestra capacidad de búsqueda, pero que, normalmente una vez que se ha satisfecho, muda de sitio.
Las aptitudes son aquellas capacidades innatas para las cuales estamos dotados, actividades que se nos facilitan merced a nuestra carga genética, pero que no necesariamente constituyen lo que pudiéramos llamar vocación, pues pueden incluso no resultarnos gratas.
La personalidad, por su parte tiene una carga preferentemente cultural, es la forma en la que nos hemos constituido como seres humanos y la manera como reaccionamos frente al mundo. Baste decir al respecto, que nuestras reacciones no siempre obedecen a nuestros deseos internos, si no, preguntémosle a Freud acerca de los mecanismos de defensa.
La vocación en cambio, es algo más duradero, más profundo, más interno, porque proviene del alma. La vocación es la brújula que orienta nuestro camino, es el llamado interno que nos indica hacia dónde dirigir los pasos, es la ruta de nuestros sueños, los anhelos cobijados de esperanza y de promesas. La vocación es el lenguaje con el que nuestra alma se comunica con el mundo.
En la vocación hay gusto, porque disfrutamos lo que hacemos, pero de una manera permanente; hay interés porque no hay nada en el mundo que mueva más nuestra curiosidad cognitiva que aquello que naturalmente no llama y nos conecta pero en este caso es inmutable porque nunca queda satisfecha. Es ahí en donde se da la manifestación plena de nuestras aptitudes porque es ahí donde mejor se desarrollan y en donde mejor nos permiten realizarnos. En nuestro nicho vocacional podemos ser, simplemente lo que somos, venciendo nuestras propias barreras culturales y emocionales, que en ese ámbito sencillamente se subliman.
Lo único malo, dentro de lo que realmente ocurre, es que la mayoría – los chicos incluidos – no estamos acostumbrados a escucharnos a nosotros mismos, por eso es tan difícil reconocer e identificar nuestra vocación. Es siempre más fácil dejarnos llevar por los mensajes diversos que recibimos de los medios de comunicación en una sociedad de consumo y de materia que nos hace marchar al ritmo que mejor le conviene a los dueños del dinero. Más fácil sí, pero no mejor.
En este caso es imprescindible hacer un alto en el camino y escucharnos, cerrar los ojos para hacer un diálogo con la parte más importante de lo que somos, la luz interior de la que todos estamos dotados, nuestra sabiduría interna que, una vez aquietado el ambiente, se manifiesta claramente y nos grita sin lugar a dudas el norte de nuestra brújula.
Lo que nos toca a nosotros es generar las condiciones por las cuales el silencio llegue a nosotros… que no es tarea fácil, ciertamente, pero es imprescindible en el ánimo de Ser en una sociedad de tener, de Servir en una sociedad de usar, de Dar en una sociedad de recibir.
Si logramos hacer esto, segura estoy que no nos equivocaremos en la elección.
Así, haciendo eco de la máxima aristotélica, lograremos que nuestro potencial se actualice dando paso, no a lo que podemos ser, sino de hecho, a lo que ya somos y solo está en espera de aparecer… aleteia … y bueno … todo por una decisión…

“Carpe Diem”

*Dehumin: Desarrollo Humano Integral. dehumin@hotmail.com
Blog: http://dehumin.blogspot.com/

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