lunes, 29 de noviembre de 2010

sábado, 24 de julio de 2010

Las estrellas.

“Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces, amanece;
por qué susurra el viento del sur entre las hojas recién nacidas?
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces,
la medianoche entristece con nostálgico silencio a las estrellas?
¿Y por qué este necio corazón continúa,
esperanzado y loco, acechando el mar infinito?

Rabindranath Tagore

Hace unos días al conversar con un amigo éste se quejaba de su estado melancólico y su poco entusiasmo por las actividades cotidianas, un sentimiento muy conocido por muchos de nosotros, sin duda, síntoma inequívoco e inicial de la depresión. Pero, ¿no todos nos hemos sentido así alguna vez? ¿Esto significa que todos tenemos depresión? La respuesta es sí y no… me explico.
Si bien es cierto que en determinados momentos de la vida, todos atravesamos por periodos de crisis que pueden manifestarse en trastornos de ansiedad o en ciclos depresivos, esto no es lo mismo que padecer una enfermedad como la depresión, de una forma clínica o recurrente, pues ésta tiene sus propios y característicos síntomas.
Las variaciones radicales en nuestra vida pueden desencadenar este tipo de alteraciones, sin que, necesariamente, lleguen a prolongarse, por ejemplo un divorcio, propio o de un ser querido o cercano, un cambio o la pérdida de trabajo, el cambio de residencia, la muerte de un ser querido, sucesos traumáticos como estos son detonadores naturales de estados depresivos o de ansiedad que están plenamente justificados y no se convierten en una patología.
El procesamiento de la información, su “digestión” como decimos coloquialmente, logra que los síntomas desaparezcan, “dejar las cosas al tiempo”… decimos con naturalidad y esto normalmente resuelve los conflictos reconectándonos a nuestra rutina diaria. Cuando no ocurre así, lo conveniente es recurrir a un profesional de la terapia para obtener ayuda.
¿Cómo reconocer que necesitamos este tipo de auxilio? Casi siempre la primera reacción que nos viene a la mente cuando nos invitan a ir a un psicólogo es decir: “No estoy loco” y bueno, ciertamente, no se necesita “estar loco” – estricto sensu – para visitarnos, tal vez lo que si se requiera realmente sea tener la humildad necesaria para poder recibir apoyo para el manejo de emociones que no podemos controlar por nosotros mismos, en primer término porque las más de las veces no las reconocemos en su justa dimensión – estamos dentro de ellas – y luego porque pensamos que “nosotros podemos solos” craso error.
Otro argumento muy socorrido es el suponer que los psicólogos sólo somos “justificadores de errores”, porque suponen que al ir a terapia solo encontrarán frases tales como “no te preocupes” “estoy segura de que lo que estás decidiendo es lo mejor” o cosas por el estilo, esto también es un error. Hay muchas técnicas terapéuticas, pero cualquiera que sea respetable lo que menos hace es darle al paciente soluciones para sus problemas, todas en cambio lo que deben procurar es que el mismo paciente genere en su interior las condiciones de lucidez y de comprensión de su propia circunstancia para que surjan de él (ella) las propuestas y las soluciones viables.
Decía en su teoría Carl Rogers: que en una sesión terapéutica hay dos expertos, uno: el terapeuta, que es experto en la técnica y otro: el paciente, que es experto en su vida y en sus circunstancias. Para poder generar una solución a cualquier problema personal, se requiere de la conjunción de estos dos expertos. He ahí la necesidad de acudir a la terapia. Sobre todo tratándose de un asunto que se salió de nuestro control, que literalmente ya no podemos manejar por nosotros mismos. El meollo radica en saber reconocer cuándo podemos y cuándo no. Tal vez la respuesta la encontremos en el análisis de una simple circunstancia: ¿Nuestro estado emocional nos mantiene lúcidos y funcionales en nuestra vida diaria? Si la respuesta a esta pregunta es no, bien sea porque me siento ansioso, nervioso, desesperado o porque estas emociones (o alguna otra) provocan que mi entorno se modifique de una manera negativa, haciéndome cometer errores, tener fricciones, abandonar mis responsabilidades, etc. entonces sabremos que requerimos ayuda. ¡No debemos dudar en solicitarla!
En un mundo que está ansioso de paz, de armonía, de bienestar, atender nuestra salud emocional y nuestro equilibrio espiritual se convierte en una medida imprescindible y urgente.
Que distinta sería nuestra vida si nos acostumbráramos más a estar en calma y armonía que a bregar con los problemas, porque si nosotros estamos en paz, si nosotros estamos bien, será mucho más fácil que podamos hacer que quienes nos rodean se sientan bien. Surge así un círculo virtuoso. Haciendo eco de las palabras del sabio bengalí Rabindranath Tagore podemos afirmar: “si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”. …y bueno, todo sea por la tristeza…
“Carpe Diem”

P.D. Muchas gracias a todos los lectores que se han tomado la molestia de compartir conmigo sus dolencias espirituales y sus ilusiones de vida…. Espero haber podido servirles como se merecen. Seguimos atentos de todas sus comunicaciones al correo de costumbre.

*Dehumin: Desarrollo Humano Integral. dehumin@hotmail.com
Blog: http://dehumin.blogspot.com/

martes, 20 de julio de 2010

La compasión

“…Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechoso, según mis facultades y mi entender, absteniéndome de cometer todo mal y toda injusticia … Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza … En cualquiera casa que yo entre lo haré para utilidad de los enfermos, absteniéndome de toda falta voluntaria y de toda acción injuriosa o corrupta … Cualquiera cosa que yo vea, oiga o entienda en la sociedad, sea en el ejercicio de mi profesión o fuera de él y que sea conveniente que no se divulgue, la guardaré en secreto con el mayor cuidado, considerando el ser discreto como un deber en semejantes casos”

Hipócrates

En días recientes en Paracho tuvimos la lamentable pérdida de un gran amigo, el maestro Manuel González Pedro, una extraordinaria persona, excelso maestro de humanidades y hermano entrañable que se adelantó en la ruta final, en un temprano momento de su invaluable existencia. ¡Tenía tanto que hacer aún entre nosotros! Su partida nos deja sumidos en una controvertida sensación de impotencia, frustración, gratitud y amor, pero nos da la oportunidad de escudriñar uno de los sentimientos más importantes del ser humano: La compasión.
¿Qué es lo que hace que una persona deje de ser sensible ante el sufrimiento de otra? ¿Qué tiene que pasar en el alma humana para hacernos duros, fríos? Tal es el caso de los trabajadores del ISSSTE, tanto de Uruapan como del mismo Paracho y no hablo solamente de la negligencia en el diagnóstico del maestro, el cuál fue absurdamente tratado por un malestar menor durante cuatro meses, sin que sus médicos pudieran detectar que se trataba de algo mucho más serio, sino de la dilación administrativa absurda para poder realizarle los estudios que pudieran dar pie a su tratamiento adecuado.
¿Qué necesitaba hacer el maestro? Él confió, se puso en manos de “expertos”, puso su salud bajo el escrutinio “profesional” y le fallaron, pero no fue solo eso, cuando por el malestar que producía la dolencia ya avanzada fue a un médico particular para realizarse estudios más detallados, nuevamente la insensibilidad de la gente del ISSSTE se hace presente y tienen que repetirle los estudios haciendo de ello una espera interminable, le perdieron su expediente, le atrasaron su cita y no hubo siquiera de parte de los responsables un “disculpe usted” solamente el banal comentario de “¿Ah, su cita? se nos olvidó, pero ahorita se la hacemos” (quince días después) Y sólo repito la versión que el maestro nos narró a mediados del mes de febrero.
Ya tenían (ellos, el ISSSTE) en sus manos el diagnóstico terrible y ni siquiera así asumieron que se trataba de una emergencia, infructuosamente recurrimos a la ayuda del Senador Jesús Garibay, quien gentilmente intentó intervenir para que fuera atendido con prontitud el maestro, pero ni él logró conmover a los encargados de la salud de los mexicanos y el tiempo fue pasando, para nuestra impotencia, en deterioro de la salud del maestro. Cuando en Mayo fue finalmente canalizado para su atención, no le pudieron hacer la intervención requerida pues su estado de salud se encontraba absolutamente debilitado… (y cómo no, si tenía más de tres meses grave y sin atención¡¡¡). En fin, una historia de impotencia, de incredulidad y de dolor que ha culminado recientemente con su muerte.
¿Por qué han perdido el sentido de compasión por el dolor aquellos que se supone que deben tratarlo? ¿Son criterios económicos? Lo dudo ¿Se debe a que atienden a demasiados pacientes? Si ese fuera el caso podrían simplemente remitir a la gente a otros servicios subrogados y no darles falsas esperanzas dilatando el tiempo de su atención en detrimento, muchas veces dramático, de su estado de salud.
En casos como este (que lamentablemente no es único) lo que nos surge en la mente es el juramento hipocrático ¿No juran todos aquellos dedicados a la ciencia médica procurar por todos los medios la salud de sus pacientes? Dicen a la letra: “…A cualesquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción…”. Esto se les ha olvidado… Pero más allá de ello ¿Dónde queda su compasión? ¿Dónde su sentido de solidaridad frente al dolor humano? ¿Qué se ha hecho su personal humanidad?
Desde aquí les exhorto a que, en el fondo de su corazón, desde su interior, desde su alma, escudriñen el sentido de su vida, que se den cuenta de que el que ustedes ejercen no es un trabajo común, no es una tarea administrativa, no es una actividad de horario predefinido y de tareas específicas… Es la labor más importante para todos: ¡La de preservar la vida! … eso no es poca cosa ¡Por favor, no lo olviden! En sus manos está el trámite, el estudio, la cita que podrá permitirle a un enfermo grave tener esperanzas de una mejor calidad de vida e incluso de un periodo más largo de ella.
Lo que nos toca a nosotros es seguir confiando en que cuando vamos a un médico del sector salud, estará verdaderamente preocupado por revisarnos, por verificar cuál es nuestra dolencia y por darnos el tratamiento más adecuado…. Confianza.
Si logramos hacer esto, estoy segura de que la vida de muchos enfermos será diferente.
Que sea solo por hoy que amemos a nuestro prójimo, que se haga lo que corresponde a su profesión, que salven la vida que tienen enfrente sin anteponer ningún otro interés en ello. Y bueno…. Todo surge por una terrible pérdida.
“Carpe Diem”

*Dehumin: Desarrollo Humano Integral. dehumin@hotmail.com
Blog: http://dehumin.blogspot.com/

sábado, 19 de junio de 2010

El llamado interno

“Tanto Bohr como Winger dicen que la conciencia es la variable oculta que decide qué resultado tiene lugar efectivamente en un acontecimiento determinado. Con lo que en lugar de observador el investigador es un participante dentro de [dicha] manifestación de la realidad …”

Danah Zohar “El Yo cuántico”

En estos días se vive intensamente la vertiginosa actividad del final de cursos en todas las escuelas de nuestro estado y no es raro encontrar a los jóvenes, futuros egresados de preparatoria, en un mar de dudas respecto de la opción preferencial por la que habrán de transitar rumbo a su preparación profesional.
Uno de los casos más comunes que podemos observar es el de la confusión de actividades de una determinada especialidad, confusión que, de llegar a perpetuarse, lo único que generaría sería una severa frustración en quienes hubieran optado por algo, que a la postre sería totalmente distinto de lo que originalmente imaginaron.
Con quienes han recurrido a nosotros para buscar ayuda en esta decisión, justamente lo primero que abordamos en el análisis es el asunto de la vocación, y nos sorprendería saber cuántos alumnos no tienen la menor idea de cuál es, para cada uno, este llamado interno especial que todos tenemos, lo cual nos hace recordar un sencillo juego de palabras que nos permite relacionar varias nociones que suelen ser empleadas, equivocadamente, como sinónimos.
Así, hablamos de gustos, de intereses, de aptitudes, de personalidad, como si todas ellas fueran equivalentes a vocación, pero realmente no lo son. Me explico.
Lo que nos gusta es aquello que constituye una fuente de placer, pero su característica principal es su temporalidad, su inmediatez y su fugacidad, lo mismo puede gustarnos algo ahora y mañana algo distinto.
Un interés tiene más que ver con la curiosidad intelectual, algo que motiva nuestra capacidad de búsqueda, pero que, normalmente una vez que se ha satisfecho, muda de sitio.
Las aptitudes son aquellas capacidades innatas para las cuales estamos dotados, actividades que se nos facilitan merced a nuestra carga genética, pero que no necesariamente constituyen lo que pudiéramos llamar vocación, pues pueden incluso no resultarnos gratas.
La personalidad, por su parte tiene una carga preferentemente cultural, es la forma en la que nos hemos constituido como seres humanos y la manera como reaccionamos frente al mundo. Baste decir al respecto, que nuestras reacciones no siempre obedecen a nuestros deseos internos, si no, preguntémosle a Freud acerca de los mecanismos de defensa.
La vocación en cambio, es algo más duradero, más profundo, más interno, porque proviene del alma. La vocación es la brújula que orienta nuestro camino, es el llamado interno que nos indica hacia dónde dirigir los pasos, es la ruta de nuestros sueños, los anhelos cobijados de esperanza y de promesas. La vocación es el lenguaje con el que nuestra alma se comunica con el mundo.
En la vocación hay gusto, porque disfrutamos lo que hacemos, pero de una manera permanente; hay interés porque no hay nada en el mundo que mueva más nuestra curiosidad cognitiva que aquello que naturalmente no llama y nos conecta pero en este caso es inmutable porque nunca queda satisfecha. Es ahí en donde se da la manifestación plena de nuestras aptitudes porque es ahí donde mejor se desarrollan y en donde mejor nos permiten realizarnos. En nuestro nicho vocacional podemos ser, simplemente lo que somos, venciendo nuestras propias barreras culturales y emocionales, que en ese ámbito sencillamente se subliman.
Lo único malo, dentro de lo que realmente ocurre, es que la mayoría – los chicos incluidos – no estamos acostumbrados a escucharnos a nosotros mismos, por eso es tan difícil reconocer e identificar nuestra vocación. Es siempre más fácil dejarnos llevar por los mensajes diversos que recibimos de los medios de comunicación en una sociedad de consumo y de materia que nos hace marchar al ritmo que mejor le conviene a los dueños del dinero. Más fácil sí, pero no mejor.
En este caso es imprescindible hacer un alto en el camino y escucharnos, cerrar los ojos para hacer un diálogo con la parte más importante de lo que somos, la luz interior de la que todos estamos dotados, nuestra sabiduría interna que, una vez aquietado el ambiente, se manifiesta claramente y nos grita sin lugar a dudas el norte de nuestra brújula.
Lo que nos toca a nosotros es generar las condiciones por las cuales el silencio llegue a nosotros… que no es tarea fácil, ciertamente, pero es imprescindible en el ánimo de Ser en una sociedad de tener, de Servir en una sociedad de usar, de Dar en una sociedad de recibir.
Si logramos hacer esto, segura estoy que no nos equivocaremos en la elección.
Así, haciendo eco de la máxima aristotélica, lograremos que nuestro potencial se actualice dando paso, no a lo que podemos ser, sino de hecho, a lo que ya somos y solo está en espera de aparecer… aleteia … y bueno … todo por una decisión…

“Carpe Diem”

*Dehumin: Desarrollo Humano Integral. dehumin@hotmail.com
Blog: http://dehumin.blogspot.com/

domingo, 13 de junio de 2010

Fiebre Mundialista.


“Las neurosis noógenas tienen su origen no en lo psicológico, sino más bien en la dimensión noológica (del griego noos, que significa mente), de la existencia humana. Este término logoterapéutico denota algo que pertenece al núcleo "espiritual" de la personalidad humana…”

Victor Frankl. (1905-1997) [1]


En días recientes conversaba con un amigo mío sobre cómo se vive la euforia por la copa del mundo del llamado juego del hombre, y concluíamos que seguramente más de algún pensador crítico en el orbe se habrá preguntado ¿por qué tanta efervescencia? por un “jueguito”, como muchos dirían, enajenante y absurdo, que no pasa de ser un grupo de hombres corriendo detrás de una pelota. Pero me parece que el significado intrínseco que este deporte tiene no sólo para la vida personal de quienes lo juegan y lo contemplan, sino para el mundo entero, en términos de realización, va mucho más allá de lo que pudiéramos suponer a simple vista. Me explico.
En los albores de la humanidad, los primero grupos humanos se caracterizaron por su solidaridad frente al peligro, frente a lo extraño, frente a lo invasivo, y cuando era necesario se enfrentaban cuerpo a cuerpo en arduas y peligrosas batallas que los podían conducir solo a dos posibles resultados: el triunfo o la derrota, la cual significaba literalmente la muerte, comprenderemos que el significado de ganar era mucho más que una simple especulación y deseo, implicaba la sobrevivencia misma. Paulatinamente este esfuerzo de colaboración ha perdido la forma original de lucha por la vida para irse relacionando más con una expresión de pertenencia, de identidad y de sentido frente a la existencia… ¿Y por qué es importante esto? Bueno, al decir de Víctor Frankl, el creador de la Logoterapia, el sentido de vida es la fuerza interna que permite que el hombre exista, simple y llanamente. El ser humano necesita de un motivo para vivir, de una forma de expresarlo y de sentirse parte del intento por hacerlo valer. A diferencia de lo propuesto por Freud y Adler, Frankl se refiere a la parte espiritual de la vida, a la parte que nos hace típicamente humanos y no a los motivos externos o cognitivos que nos ponen en conflicto frente a nosotros mismos y nuestras naturales tendencias.
Y bueno, personalmente pensamos que tiene razón, no solamente en lo relativo al futbol, sino precisamente porque el futbol, al igual que muchos otros motivos (la música, la pintura, el baile, el canto, la familia, el trabajo, el altruismo, la educación, la religiosidad, etc.) se convierte en un instrumento de realización de ese sentido de ser y de pertenecer al que todos tendemos de una manera natural. El sentido de vida se convierte en algunos momentos, incluso en un símbolo de libertad, otra de las búsquedas permanentes del hombre, y base fundacional de la logoterapia. Para poder acceder a él se precisa de libertad para decidir y como sobradamente nos lo mostró el autor de esta terapia, ello no necesariamente implica que no existan impedimentos externos, sino que es lo interno lo que debe prevalecer….
Baste recordar, por ejemplo, cómo cuando las fuerzas afganas fueron sometidas, en el estadio deportivo que fuera escenario de las más grandes vejaciones a los derechos humanos, donde se lapidaban (hasta la muerte) a las mujeres que “osaban” faltarle al respeto a un varón hablando con él sin su autorización, o que eran señaladas como infractoras de cualquiera de las medidas “dictadas” por el Islam (según su personal interpretación) lo primero que ocurrió fue que tanto soldados como civiles se pusieron a jugar futbol soccer.
Lo mismo ocurrió cuando fue derribada la estatua de Saddam Hussein en Irak, a la entrada del ejército americano a Bagdad… ¿Por qué el soccer? Algunos dicen que porque es el juego más democrático que existe, porque solo requiere de un objeto esférico y de una portería que puede llegar a armarse incluso con dos piedras a ras de suelo….y por esa razón todos tienen acceso a él, hasta los más pobres entre los pobres….
En los tiempos modernos el sentido de la vida se encuentra ciertamente diluido frente a tanta estimulación material, pero la natural tendencia de buscar ese algo que oriente nuestra existencia es perenne, por ello, surge a la menor oportunidad y se manifiesta en cualquier motivo. Otro asunto será si el sentido que encontramos es verdaderamente válido o no, pues seguramente no es lo mismo apasionarse y rasgarse las vestiduras ante un “duelo nacional” que comprometerse por apoyar a los más desprotegidos, o dedicar enteramente la vida a la música….. pero todo aquello que tenga sentido para una persona, vale, con independencia de lo que piensen los otros.
Que distinto sería nuestro mundo si todos nos diéramos la oportunidad de buscar conscientemente y de encontrar ese motivo esencial personal, que nos permita la realización, si pudiéramos desarrollarlo y nos entregáramos a él, evitaríamos la frustración neurótica noógena (la del espíritu), la que nos hace vivir enajenados, enojados, molestos y vacíos.
Así, haciendo eco de las palabras de Frankl, ojalá pudiéramos elegir, no lo que nos pasa, sino qué hacer con lo que nos pasa…y que entre nuestras opciones prevalezca la que nos llene, la que nos haga ser partícipes del amor universal, del que se comparte y hace florecer todo lo que toca … Ojalá pudiéramos encontrar en cada hecho de la vida el sentido que nos provee en su existencia, aprovechar y vivir el amor, aprovechar y vivir el dolor, sacando de cada uno siempre y sólo lo mejor…, y bueno ….. todo por un balón….

“Carpe Diem”

*Dehumin: Desarrollo Humano Integral. dehumin@hotmail.com
[1] http://homepage.mac.com/eeskenazi/frankl.html

lunes, 17 de mayo de 2010

Los zapatos del presidente.

No busques el final que a ti o a mí nos tienen reservado los dioses (que por otra parte es sacrilegio saberlo), oh Leuconoé, y no te dediques a investigar los cálculos de los astrólogos babilonios. ¡Vale más sufrir lo que sea! Puede ser que Júpiter te conceda varios inviernos, o puede ser que éste, que ahora golpea al mar Tirreno contra las rocas de los acantilados, sea el último; pero tú has de ser sabia, y, mientras, filtra el vino y olvídate del breve tiempo que queda amparándote en la larga esperanza. Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa: aprovecha el día de hoy, y no pongas de ninguna manera tu fe ni tu esperanza en el día de mañana

HOMERO (65-8 A.C)


En días recientes escuche de boca de un comentarista televisivo, la alusión burlona que hacía de que en un evento oficial el presidente de la república se había vestido de Huichol, con la indumentaria típica de manta, su colorido sombrero y sus magníficos bordados, pero había omitido el “pequeño detalle” de estar portando unos zapatos de cerca de diez mil dólares de precio, ello en un evento en el que oficialmente se declaraba a favor de los desposeídos y en el cual se promocionaba su lucha en contra de la pobreza…. Paradójico, por decir lo menos, de acuerdo al citado comentarista…
Esta anécdota me da la oportunidad de reflexionar sobre el fondo del comentario vertido, un asunto de verdadera importancia social, puesto que lo social, es mi convicción íntima, se teje desde la persona, el asunto al que me refiero particularmente es la Empatía.
De acuerdo con el comentario vertido, el gesto inusual del presidente lo que mostraba era que no se le creyó verdaderamente capaz de sentir lo que un pobre o desposeído puede experimentar y por añadidura no podría hablar por ellos y mucho menos preocuparse de sus necesidades, en virtud de que “sus zapatos eran otros, muy diversos” y bueno, la empatía es justamente eso, nuestra capacidad de colocarnos literalmente “en los zapatos del otro” para poder vivenciar de manera sincera sus problemas, emociones y vivencias, solidarizándonos de una forma genuina con su dolor, si lo hubiera.
Somos empáticos con un familiar, de una manera relativamente sencilla; con un amigo, tal vez con más facilidad dada la naturaleza de la relación – elegida y cultivada – pero ciertamente se requiere de un esfuerzo mayor para ser empáticos con un desconocido o con alguien lejano a nuestra propia circunstancia.
Este asunto no es menor, pues su ausencia o su presencia le da a nuestras relaciones humanas una connotación diversa: construyendo, como afirmo líneas arriba, una vida diferente para nosotros, nuestros familiares y nuestro entorno.
Ejemplos paradigmáticos los encontramos en personajes históricamente reconocidos, el primero que viene a mi mente es la siempre entrañable Madre Teresa de Calcuta, una mujer de la que lo que predominantemente se recuerda es ese inmenso nivel de empatía y de solidaridad con los “pobres entre los pobres” pocos ejemplos podremos encontrar, sin duda de personas que lleven este valor a niveles como los que esta monja pudo poner en práctica, dando ejemplo de vida a todos los que fueron tocados por ella. ¿Que si la empatía tiene que ver con el amor?… Indudablemente, es una consecuencia llana. Pues para poder amar a otra persona es imprescindible vivenciarla y la única manera de que esto ocurra es “sentirla”, por ello las mejores poesías amorosas siempre hacen alusión al amante como una parte íntima de sí mismo.
En un mundo que clama por paz, por armonía, por bondad, el cultivo de esta sana virtud se antoja urgente.
Que distinto sería nuestro mundo si todos nos acostumbráramos a ser más empáticos mutuamente, si paso a paso fuéramos construyendo relaciones más amorosas, más tolerantes, más dulces, más amigables. Habría menos odio, menos crimen, menos roces, menos violencia, menos amargura, menos dolor… menos pena que nos carcomiera el alma…Las parejas podrían comprender mejor el humor alterado de su compañero o compañera, los jefes los yerros de sus subalternos, los amigos las diferencias mutuas, los vecinos las actividades cotidianas, los viajeros ocasionales las condiciones físicas del entorno y todos, unos a otros, nos podríamos brindar sonrisas, en lugar de malas caras, apoyo en lugar de agresiones, amabilidad en lugar de ofensas, todos podríamos construir, de manera colectiva un mundo diferente, un mundo como el que todos deseamos. Haciendo eco de las palabras de la Madre teresa ojalá pudiéramos “amar hasta que duela”…y bueno, todo por unos zapatos…

“Carpe Diem”


Fuente del significado de carpe diem: http://www.erroreshistoricos.com/curiosidades-historicas/origen/343-origen-significado-y-traduccion-de-carpe-diem.html

dehumin@gmail.com